Duele reconocerlo y conocerse. Enfrentarse a los desperfectos de un alma en construcción. Tampoco es fácil ver en la propia oscuridad, ni que alguien sea capaz de adentrarse hasta el fondo y dejarte ciega prendiéndolo todo. Mucho peor que acumular roña en el ombligo y que un amigo te diga que apestas, que a ver si te duchas. Es esa sombra la que...