Querida Leticia:
Quiero recordarte algunas cosas que nadie te ha dicho...
Tienes derecho a existir, a respirar, a consumir todo el aire
y ocupar todo el espacio que tus pulmones sean capaces de abarcar.
Tienes derecho a llorar, no hace falta que contengas el dolor
dentro para que no sufran los demás.
Tienes derecho a expresarte sin miedo, tal cual eres, aunque
pueda molestar. Ríete de lo que te hace gracia, sin intentar justificar tu
carcajada para que nadie se ofenda. Di lo que te enfada, a gritos si hace
falta. No es necesario que lo adornes y hagas una obra de arte de tu dolor para
tener una excusa por la que poder expresarlo y que sea aceptado. Chíllalo. Tienes
derecho a que todo lo que tienes que decir sea escuchado.
Canta, canta lo que quieras. Canta canciones de pena, con
letras intensas y violines de fondo sin vergüenza. Canta un rap y límpiate el
culo con su letra para mandar a la mierda a quien quieras. No tienes que elegir
ser solo una parte, porque lo eres todo.
Deja que hable a través de ti, que diga lo que nadie quiere
oír y tú eres capaz de escribir. Deja de pensar en gustar a quien consideras
una autoridad. No me censures más. Hay quien no es capaz de valorar la verdad.
Quien sí, lo hará. Es el filtro que debe pasar quien a tu lado se quedará.
Entiende que es normal que molestes, que tu mera presencia y
vibración sea incómoda para quien no se atreve a mirar, como para ti lo son
otras personas. Nadie quiere verse en un espejo y descubrir la gran farsa que
es su máscara, su concepción de la vida.
¿Te acuerdas lo que le pasó a esa niña
de siete años cuando le dijiste que se decía "árbol" y no "árgol"? Su
mundo se vino abajo. Fue un gran impacto para ella aceptar que se había estado
equivocando toda su corta vida y nunca nadie se lo había dicho. ¿Quién eres tú
para decirle lo contrario? Todo era perfecto, todo estaba bajo control, toda
ella era un ejemplo de contención hasta que la ira y la rabia contra ti la
invadió. No se lo creía. No aceptaba tu autoridad como maestra. Internet medio
que la hizo entender y no fue hasta que llegó su madre para corroborarlo cuando
no le quedó más remedio que reaprender. Si la madre también creyera que se dice
"árgol", no habrías tenido casi nada que hacer. Pues eso, Leticia, es
lo que nos pasa a todos, incluida a ti.
Acuérdate si no de cuando dejaste de creer en mí a los cuatro
años cuando tu padre discutía contigo diciéndote que no existía, y a ti en el
colegio te habían inculcado que sí. Menudo conflicto entre autoridades. No
sabías de quién fiarte. Te he tenido que llevar a tocar fondo para que puedas volver
a escucharme. No ha sido un camino agradable… Me odiaste, quisiste matarte con
tal de no dejar morir esas partes con las que te identificaste. Ahora comprende
que los demás puedan sentir lo mismo hacia ti y ten paciencia, o mejor, solo sé
amorosa con ellos y contigo cuando la pierdas.
Reconozco que has hecho grandes avances y me gustaría también
felicitarte, para que te vayas acostumbrando a recibir de vez en cuando un
elogio sin espantarte.
Estoy feliz de ver que ahora eres capaz de aceptar un regalo o una
propina como muestra de aprecio y reconocimiento y que cada vez que la coges,
casi que lo das por hecho. Tampoco te vayas al otro extremo.
Es gracioso ver cómo para ti es toda una hazaña pedir un vaso
de agua en una casa, y hasta en un bar, cuando realmente hace tiempo que necesitas beber.
Observo
tu conflicto interno y cómo te intentas autoconvencer de que tampoco lo
necesitas tanto. ¿Te has dado cuenta ya de que los demás están encantados de
traértelo? Hoy me has ganado, cuando tenías todavía más sed y te has levantado
tú misma a la cocina para servirte otro vaso. Pero de verdad, qué graciosa
eres, con ese miedo en el cuerpo. Levántate, llénalo y siéntate otra vez, que
solo es un vaso, una cocina y agua del grifo. Ni se van a arruinar, ni se van a
molestar por tu acto heroico, ni tampoco eres una heroína por conseguirlo. Es
lo que es, es lo que debe ser, es atender a tus necesidades corporales. Es solo
un vaso de agua, aunque en Arco se vendiera por una millonada.
¿Y en tu propia casa, qué? ¿De verdad tienes que sacar el
látigo y plantearte usarlo por desear comerte las últimas lonchas de jamón
serrano y que tu madre se quede sin él para desayunárselo? Lo peor es que no te
las comes, ahí las dejas, con todo tu amor para ella y después encima sigues
pensando que eres egoísta e incapaz de hacer "un solo acto de amor
verdadero", como tú interpretas este juego. Querida, que decidieras nacer
con tanta fuerza, ya lo es.
Deja de torturarte por haber nacido. Por
"arruinarles" la vida a tus padres. Deja de sentirte culpable por que
tu madre dejara de estudiar la carrera a la mitad. Olvídate ya de que están
juntos por tu accidente. No pienses más en que encarnas a su Saturno en ambas
cartas, ni en que para ellos has sido su restricción, su limitación, su gran
carga de responsabilidad, el personaje que les hace encarar la realidad. Esa es
su película y tú eres la pantalla en la que la proyectan.
La pantalla del cine no es ni el guion, ni la luz, ni la
sombra. No es nada más que una superficie plana de color neutro donde cada uno
ve lo que quiere o puede ver. Acuérdate de cuando eras miope y ni podías leer
el título de la película por mucho que guiñaras los ojos. ¡Qué gran cambio de
visión cuando en 2011 por fin Urano te visitó regalándote una pequeña
operación! ¿Recuerdas lo que dijiste al siguiente día cuando ya podías abrir
los ojos?:"¿Pero así es cómo veis vosotros?" Te alucinaban los
relieves, el 3D de los árboles, la nitidez de sus hojas, la intensidad de los
colores. Ahora eras capaz de ver hasta debajo del agua.
Una de las cosas que primero miraste fue el árbol que tanto quieres
frente a tu ventana. Si te das cuenta, siempre te acompaño, aunque antes ni me
miraras.